No corren tiempos favorables para la traducción tradicional. Para
la traducción tal y como se ha entendido toda la vida: la realizada por una
persona. Me parece un tema interesante. Y es que hay debate.
Tras haber visto en clase la Traducción
Automática y las Memorias de
Traducción, se me antoja oportuno abordar el tema y plantear la polémica.
Vaya por delante que para mí el traductor de carne y hueso… ¡es
insustituible!
El Traductor Automático nace como herramienta de ayuda al
traductor. La traducción se realiza a través de un software, sin que
medie el traductor. La primera ventaja de este método parece evidente: la
rapidez. Lo que a un traductor humano le podría llevar dos horas, el traductor
automático lo hace en menos de lo que canta un gallo. Además, otro punto a
favor es que el traductor automático admite cualquier tipo de texto; le puedes
meter un texto totalmente nuevo. Sin embargo, la reacción habitual al producto
elaborado por el traductor automático suele ser la insatisfacción. Falta de
concordancias, errores sintácticos, terminología inadecuada… Y me quedo corta. El
grado de fiabilidad es muy bajo. Digamos que nadie daría un duro por una
traducción que se haya realizado de este modo. Y es que la traducción
automática tiene sus limitaciones. Son sistemas de traducción automática
estadísticos; no piensan: no quieren ni pueden entender ni desmenuzar la
información que están tratando.
Yo lo equiparo a un loro. Un loro bilingüe. Repite lo que dices en
otro idioma; simplemente. La misma estructura, el mismo orden de palabras; pero
en otro idioma. No se tiene en cuenta el contexto, la intención o el estilo. Pero
es que no se le pueden pedir peras al olmo; que para algo estamos los
traductores; que sí contemplamos el contexto, la pragmática etc.
En cambio, sí que me gustaría romper una lanza a favor de las Memorias
de Traducción.
¿Y por qué ellas sí y el
traductor automático no? Muy fácil: porque en ellas interviene el factor
humano. Las memorias de traducción sí que ofrecen productos de calidad.
Productos a los que yo sí trataría de traducciones propiamente dichas. Como
bien indican en la página de OmegaT (http://www.omegat.org/es/omegat.html), esta herramienta no traduce por nosotros (aclarando que
el software encargado de esto es el traductor automático; del que acabo
de echar pestes). A continuación se ofrece una lista con las ventajas que
ofrece esta herramienta, de entre las que yo destacaría como la de mayor
relevancia la de la propagación de coincidencias; que es, básicamente,
el sistema que emplea la herramienta. Va almacenando textos, creando una
especie de base de datos, de forma que cuando trabajamos con un texto
nuevo, pero eso sí, de temática afín a uno ya traducido, la memoria de
traducción nos ofrece las traducciones almacenadas que coincidan. Son
especialmente útiles para textos que sean muy repetitivos, para actualizaciones
de cualquier tipo de publicación técnica, ampliación de equipos ya existentes,
o reformas de leyes, reglamentos… Pero lo que es más importante es que hay un
ser humano detrás de la traducción, que ésta no se reduce al mero sistema
estadístico. Porque yo veo indispensable que la traducción sea un producto
pensado; un producto fruto de una elaboración. Que no surja de apretar un botón
en el ordenador. Una de mis máximas en la vida es que todo lo que está bien
hecho, su tiempo ha requerido. Una pizza casera, con una masa casera y unos
ingredientes cuidadosamente añadidos, nunca será igual de rica que una que se
compra ya hecha. Pues con la traducción ocurre lo mismo. El traductor
automático no dará nunca una traducción tan buena como la que un esmerado
traductor pueda ofrecer.
En resumen: SÍ a la ayuda de las Memorias de Traducción;
NO a las chapuzas de la Traducción Automática.
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